
08 Oct EL ANHELO DEL CORAZÓN
Estar vivos significa que en nuestro corazón conviven el anhelo de amor: de conectar, de compartir, de sentirnos queridos y aceptados; y el anhelo de libertad y autenticidad: de ser fieles a nuestra verdad, a nuestros sentimientos, a nuestra visión. Esta dicotomía a menudo genera conflicto, dolor e incomprensión, desde la misma infancia.
Si crecemos rodeados de un entorno de amor incondicional, la confianza y la autoestima se desarrollan naturalmente. El amor nutre nuestra genuina individualidad y crea las bases para el amor propio. Al sentirnos amados y apoyados a ser tal como somos, las raíces de nuestro ser reciben la nutrición necesaria para crecer y florecer.
Pero si hemos crecido con una carencia de amor, en un contexto en el que había muchos juicios, prejuicios y exigencias para merecer amor, en el que el amor era condicional, sujeto al cumplimiento de unas expectativas, en nuestro corazón se generó una herida de abandono y desvalorización, y para tratar de merecer amor aprendimos a ser y hacer lo que otros querían, incluso a traicionarnos para conseguir amor. Paradójicamente, buscando el amor nos perdimos. Al no recibir la nutrición que necesitábamos, perdimos la confianza en nuestra naturaleza esencial. La carencia de amor nos hizo creer que había algo defectuoso o inadecuado en nuestro ser. Cuando un niño o una niña no se siente amado y aceptado tal como es, no deja de buscar el amor de sus padres y de su entorno. Deja de amarse a sí mismo.
Vivir con el sentimiento de no ser adecuados, no ser merecedores de amor, es muy doloroso. Sabotea la confianza en uno mismo y en la vida. Ante la crítica, la desaprobación o el rechazo, nos tambaleamos. Y para no sentirnos tan frágiles y vulnerables tuvimos que protegernos, desarrollar un personaje, una coraza.
¿Qué podíamos hacer para merecer amor? Tratar de ser alguien distinto, tratar de ser lo que se esperaba de nosotros. Así fue como poco a poco, buscando el amor, nos alejamos de nuestra naturaleza esencial. Aprendimos a disfrazarnos, a ser deshonestos, a manipular, a pretender ser algo que no somos para intentar conseguir atención, aprobación, cariño, hasta convertirnos en alguien distinto de quien somos de verdad. ¿Qué sucedió en nuestro corazón con su anhelo esencial de amor y libertad? El anhelo del corazón sigue ahí, enterrado, debajo de la coraza, cubierto con capas de personalidad. Como la prioridad era sobrevivir, empujados por las circunstancias nos acostumbramos a ignorarlo, a vivir una vida desconectada de nuestro corazón. Cuando la presión externa es muy intensa, debido a las expectativas familiares, morales, religiosas, sociales o económicas, y el corazón alberga mucho dolor, el miedo, las obligaciones y las ambiciones suplantan el anhelo del corazón, y los “deberías” y “no deberías” dirigen nuestra vida.
Por eso, aunque nuestro corazón esté herido, aunque nos hayamos cerrado para protegernos, o aunque nos hayamos alejado de él para tratar de alcanzar unos objetivos, el anhelo del corazón siempre vuelve. En realidad nunca se fue, siempre ha estado ahí, esperando pacientemente la oportunidad de volver a iluminar tu camino. El núcleo de tu corazón es lo que estás buscando afuera: amor y libertad. Y alberga tanta confianza y compasión que, para que puedas experimentar y crecer como ser humano, te permite todo, incluso que dejes de escucharlo, que lo reprimas, que lo ignores, que reniegues de él, que te pierdas… porque sabe que, cuanto más te alejes de él, más necesidad tendrás de volver a él.
KETAN RAVENTÓS “Sanar el corazón”