HAY CARICIAS Y CARICIAS

Las caricias que salen del corazón alimentan nuestra alma. Estas son las que nos nutren, las que nos sacian, las que nos hacen sentirnos amados, vivos, conectados con la vida y con quién nos acaricia. 

Tocar y ser tocados conscientemente no es un acto mecánico, sino que en él está implicado todo tu Ser. Cuando te vuelves sensible al tacto y desarrollas una escucha profunda con el cuerpo de tu compañero/a, te das cuenta de que no es con tu piel con la que acaricias, sino que es con tu Espíritu con el que estás tocando a través de tus manos…

Las caricias, ya sean sutiles o intensas, pero que nacen del corazón, nos hacen sentir amados, reconfortados. Un abrazo puede calmarnos la tristeza, la ansiedad; una caricia nos puede aliviar una preocupación; tomar tu mano puede hacerte sentir que ahora hay alguien que está ahí para ti; rozar tu piel puede despertarte un deseo y abrir tu cuerpo para el placer…

Todos necesitamos ser tocados tanto como alimentados, todos necesitamos ser acariciados para sentirnos amados y seguros, pero no siempre las caricias que recibimos nacen del corazón, y entonces también pueden hacernos sentir que no nos quieren, que nos desprecian, que no somos importantes… son caricias que dañan, que nos producen dolor, que nos hacen sentir temor, que percibimos como una amenaza.

Y luego está la carencia de contacto, la carencia de caricias estemos o no en pareja. Hemos sexualizado tanto el contacto que, si no tenemos pareja, nadie nos toca…, y a veces ocurre, que aun teniendo pareja nos hemos desconectado de ella y no damos ni recibimos ningún tipo de contacto, ni abrazos… y esto da mucho miedo también…, miedo a sentirte solo/a, no merecedor, no amado…

Si somos conscientes del tipo de caricias que recibimos o la carencia de ellas, podemos preguntarnos qué valor les damos en nuestra vida, si son o no importantes para nosotros, si las deseamos o las detestamos, si las necesitamos o las ignoramos, si las permitimos o no, al mismo tiempo que reflexionamos sobre cada una de las respuestas que nos damos. Esto nos hará comprender el grado de conexión que tenemos o no con nuestro cuerpo, con la caricia y con el tacto, sobre todo en un momento en el que cada vez tendemos o a individualizarnos más o a sexualizar todos los contactos.

Con esas caricias que curan, con esas manos que tocan con amor, ya sean las tuyas o no, nos abrimos al contacto con el otro. Si permitimos solo las caricias que sentimos que nos pueden relajar, en las que podemos confiar, nuestro cuerpo aprende a abrirse, a dejarse tocar, a reconocer qué caricias son placenteras, gustosas, y aprendemos al mismo tiempo a descartar esos contactos que ya no queremos permitir más.

Del tacto se dice que es el lenguaje olvidado del amor, porque se expresa muy claramente y sin necesidad de palabras, traspasando la piel y los sentidos cuando mi mano está presente y amorosa en tu cuerpo, cuando reposa en quietud sobre él, cuando te toco con ternura, cuando se vuelve uno con la respiración, cuando la caricia te abre a la sensualidad, a la sexualidad, y a la intimidad o te muestra el cariño de una amistad.

Prem Áditi